De visita en el Gato Cheshire

El tener que estar cuidando adiestrando a su nuevo ayudante todo el tiempo la tenía realmente estresada. No podía hacer nada que no fuera eso. Además siempre terminaba ligando algún escandalo que hacia Watanuki con sus clientes, para su buena suerte, no terminaban enojándose.

La pelinegro salió de la ducha, con el ceño fruncido, una expresión particularmente molesta y una toalla rodeando su cuerpo, apretujando un poco su gran busto. Se encontraba ahora en su habitación, con la televisión prendida en el noticiero, en el cual mostraban la inauguración de un café (de hace algunos días atrás) a pocas calles de su morada. Arqueó una ceja, dejando salir un suspiro e inmediatamente se vistió, considerando la idea de ir a ese lugar para relajarse un rato y apartarse de todo el ajetreo que conllevó su mudanza. Termino por colocarse un kimono negro con escote pronunciado y con detalles rojos, muy a su estilo, dejando su larga cabellera negra suelta con solo una pequeña peineta dorada en él.

Bajó las escaleras acomodándose el dinero en una bolsa y procurando no olvidarse de nada. Aunque... ¿Qué tanto tendría que llevar para tomar un café? Por unos momentos consideró la idea de llevar un libro pero... No, se arrepintió con rapidez. Al salir trancó la puerta y con las manos juntas y paso lento, se encaminó a su destino.

Esperaba que el café sea bueno o por lo menos hubiera camareros guapos, que tuvieran un buen trasero para manosear o algo que lo hiciera disfrutar su estadía en ese lugar.
Se adentró en el café el cual tenía un aire exterior muy exquisito, notando que una pequeña campanilla sonaba indicando su llegada al abrir la puerta. Tomó asiento frente a una de las mesas y se dispuso a observar el lugar con tranquilidad, con ambas manos sobre la superficie de madera.

Desvió un par de veces la mirada hacia la ventana que tenía al lado, pudiendo ver algunas personas pasar por la calle deshabitada. Lo cual le pareció bastante normal, teniendo en cuenta que era de noche y bastante tarde.
Observó de arriba a abajo al camarero que se le paró al lado, estaba vestido como un gato con franjas violetas, por momentos le recordó una frutilla. Oh, suculento camarero caído del Olimpo.

Que guapo que estaba ese hombre, el disfraz de gato Cheshire le asentaba de maravilla. Sonrió de lado en plan de seducción y rápidamente le indico lo que quería, el dichoso café (que si podía, claramente no estaría mal para ella que viniera con el muchacho de unos veinticuatro años incluida). Y así se quedó esperando, mirando por el ventanal y de vez en cuando algún buen mozo.

Un extraño ente que capto la atención de la rubia ojos azules se izo presente en la cafetería que acaba de inaugurar, Emnily estaba ahí arreglando unos pequeños problemas de gerencia, pero no tenia idea de que podría encontrarse con alguien de aura tan misteriosa y elegante.
- Ikuto –llamo al mecéreo que atendía a la mujer, el cual venia un poco sonrojado y cautivado por la femina- Atiéndela como si fuera yo, ¿de acuerdo? Quiero que se sienta como en casa… - le sonrió de forma seductora, Ikuto trago saliva ya que, sabia lo que tenia que hacer.

En sus palabras no había mentira alguna, la ojos azules quería saber todo sobre esa enigmática mujer, que por lo poco que podía observar a través del ventanal que separaba su oficina del resto de la cafetería, era una amante de la belleza masculina. Emnily sonrió de oreja a oreja, en su cafetería tenia los más bellos ejemplares de la belleza exterior, por lo que no se aburriría de todo.
Dejo de ver un rato a la mujer de kimono rojo y volvió a sus asuntos, tenia que averiguar la forma de contrabandear marihuana sin que la DEA los descubriera, ya que había perdido contacto con sus empleados y corría el riesgo de perder ese embarque.

La azabache esperaba con ansias el regreso de su camarero gatuno, mientras los esperaba no pudo evitar notar como era llamado por la dueña del lugar, su cabello rubio y ojos azul puros le recordaba mucho a esas muñecas coloniales que dan miedo si las miras a media noche. Le sonrió de forma amable a la dueña al ver que le regresaba a su mesero, este tenia las mejillas rojas cosa que le hiso sonreír de satisfacción.

La orden no tardo más de cinco minutos, la velocidad le sorprendió a la mujer, y más a un lo ligerito que había llegado su camarero de nombre Ikuto, se sentó a hacerle compañía. Insinuaciones, coquetería y demás acompañaban su café junto con pastelillos por cortesía de la casa. La ojos carmesí no podía estar más satisfecha y sabía que tenía que atribuírselo a la dueña del lugar, era demasiado obvio que el cambio de actitud de servicial, a compañía placentera por parte del mesero se lo había pedido la ojos azules.

Termino de tomar su café y comer la mitad de un pastelillo sabor arándanos, el camarero recogió los platos, pero antes de que se fuera un hilo de voz cálida y de mujer madura lo detuvo.

- Quisiera hablar con tu jefa… si eres tan amable -término de decir mirándolo fijamente a los ojos.

El camarero trago saliva al pensar que ella le diría cosas negativas, pero era totalmente lo contrario y a la vez no.